miércoles, 9 de enero de 2013

¿una de risas?

En una feria, un hombre entra en la tienda de campaña de una adivina. Puede ser divertido pensó el hombre.
—Puedo ver que es padre de dos —dice la vidente, mirando su bola de cristal.
—¡Ajá! Eso es lo que usted cree —dice el hombre con desdén—. Soy padre de tres.
—¡Ajá! —dice la adivina—. Eso es lo que usted cree


Un hombre le dice a un amigo:
—Mi novia está en una dieta de tres semanas.
—¿Enserio? ¿Cuánto ha perdido hasta ahora?
—Dos semanas.


El papá tortuga le está contando a su hijo un cuento antes de dormir. Uno de ellos empieza: “Érase una vez un conejito blanco…”.
—Ay, papá —interrumpe la tortuguita—, ésas son cosas de niños. Cuéntame algo de ciencia ficción.
—Está bien. Érase una vez un conejito en el espacio exterior…
El hijo para otra vez a su padre.
—¡Quiero un cuento de adultos!
—De acuerdo, pero prométeme que no se lo dirás a tu mamá.
—Te doy mi palabra.
—Érase una vez un conejito completamente desnudo…


Un policía se acerca a un niño que está llorando frente a un puesto de revistas. 
—¿Qué sucede? —le pregunta.
—¡Aún no sale Superman! —se lamenta el pequeño. 
—No te preocupes, yo me encargo —le dice el oficial—. ¡Oye, Superman! —grita—. ¡Sal, no te haremos daño!


Un pobre se acerca a una anciana en la playa.
—Por favor, señora —suplica—, no he comido nada en 24 horas.
—Qué bien —dice la abuela—, así no tendrás que preocuparte por sufrir un corte de digestión si te metes a nadar.


El médico le pregunta a su paciente:
—¿Ha seguido mi consejo de dormir con la ventana abierta?
—Sí —.
—Entonces, ¿ha desaparecido por completo el asma?
—No —dice el paciente—. Pero sí han desaparecido mi reloj, la televisión, el ipod y el pórtatil.


Un sacerdote, un ministro y un rabino quieren saber quién de ellos es mejor en su trabajo. Se internan en el bosque, encuentran un oso e intentan convertirlo. Más tarde se reúnen los tres. 
—Cuando encontré al oso —dice el sacerdote— le leí el catecismo y lo rocié con agua bendita. La próxima semana hará su Primera Comunión.
—Yo encontré a un oso —cuenta el ministro—, y le prediqué la palabra de Dios. El oso quedó tan sorprendido que me dejó bautizarlo.
Ambos se dan la vuelta para ver al rabino, que esta ensangrentado tumbado en la cama.
—Pensándolo bien —exclama el rabino—, quizá no tendría que haber empezado con la circuncisión.

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